domingo, 2 de febrero de 2020

Mi tercer tatoo

Ya me habían dicho que, una vez que empezás, se hace vicio. Y sí, la verdad es que yo siento que son muchas cosas que estuve deseando mucho tiempo y, ahora que puedo concretarlas, es como una avalancha. No lo cuento más en público por mi miedo recurrente a la redundancia y la gente que me juzga los entusiasmos (manga de represores). La cosa es que apenas salí de lo de Bahía (divina, genial, inspiradora, paciente, bella), empecé a pensar en inventar mi propio totem animal. Bahía tiene toda la cabeza y la mano y las ganas de diseñar y componer sobre cuerpa ajena y eso me fascina. Pensé que no me gustaría un sorongo fálico pero sí que diera la imagen de poder y que retomara la estética de los pueblos amerindios. ¿Qué animales le pondría? No fue difícil, hay pocos y repetidos: el vuelo, lo anfibio, lo secreto, el sigilo, el misterio, el canto, el agua, las plumas, las escamas, el barro, las corrientes de agua, de aire, lo doméstico y lo salvaje. Todo eso dio: gato común, yaguareté, colibrí, venteveo, yacaré y sapo. Todavía no tengo dibujos elegidos porque quiero tirarle la idea a Bahía y que ella me sorprenda. Pensé en ronda más que en torre, en brazalete en mi antebrazo derecho donde tengo una mancha de nacimiento, como "una mancha más al tigre". Pensé pedirle que rodee esa mancha con un círculo o una ameba bien definida para no taparla y aportar a mi asimetría.

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