lunes, 3 de marzo de 2014

Yantendí

No es que la gente me quiera poco, es que yo siempre quiero mucho, mucho más. Esos que yo creo que se quieren mejor entre sí, son simplemente gente que se conforma con ese amor tal como es, si es chiquito o superficial no se hace problema, no lo analiza, no lo disecciona cada minuto y medio. Yo todo lo tiro a la mierda si no es gigante, hiperbólico, fuera de serie.

No todo amor me es imposible

Putear y seguir

Andate bien a la concha de tu madre y que te aproveche todo el dolor que me causás. Que tu envidia te consuele de la envidia que me das. Que no se me note la bronca cuando vuelvas con el caballo cansado.

¿Y si me comparo con Borges qué?

Siempre tuve miedo a la soberbia, así que concluyo que debe ser el peor de mis defectos. Pero hoy leo El factos Borges, de Alan Pauls y no es que quiera identificarme con Goergi por su literatura sino por su camino de ceguera, de dolor y agradecimiento. Nadie lo entendió durante muchos años de su vida, iba solo con su madre por la vida, e hizo lo que amaba. Habrá llorado, habrá escrito por ahí cositas como hoy yo aquí, pero nada lo detuvo. Ficcionalizó su propia herencia y dio lo que tenía para dar y mirá cómo sigue recibiendo.

Ser rara. Ser feliz

¿Quién me dijo a mí que la intensidad de mi felicidad literaria iba a ser gratis? ¿Quién me garantizó que todas las personas que podían quererme cuando yo era una víctima, una dolorida, una soyuzgada, iban a poder quererme más siendo libre y feliz? ¿Por qué no puedo evitar mi dolor ni teorizar sobre él? ¿Por qué me parte el alma que los que más me conocen no puedan quererme cuando soy más yo? ¿Por qué no me alcanza el amor de mis hijos e hija, el de mis nuevos amigos y amigas, el de los que saben qué es para mí la literatura, y tengo que andar buscando cariños mezquinos?