Tuve un pico de presión el jueves pasado. Seguro fue un ataque al hígado lo más común y corriente por clavarme 3 bolas de fraile con dulce de leche mientras caminaba 30 cuadras de una escuela a la otra. Pero una es profunda entonces teoriza. Todo lo teoriza y lo reflexiona. Y se pone densa. Y más si la hija no la atiende a la una de la mañana mientras una etá vomitando sin parar desde hace tres horas y tiene el corazón en las sienes por 19.12.
Pero una sobrevive. Y a las 9 de la mañana llega la emergencia y la presión bajó y la hija llamó a las 6 de la mañana y hasta nos retó porque hablamos con la exnuera que está en el sur pero nos fumó por wasap cuando todo era oscuro.
Entonces una se toma el viernes de reposo por orden médica, aunque le remuerde la conciencia porque la semana pasada tampoco logró laburar toda la semana. Y el finde una vuelve a ser una misma y termina la ponencia para la UNJU y la exposición para Filologías latinoamericanas y Daniel Link en persona le pone un dedito para arriba en plataforma nueva. Y como tiene que exponer todo eso el mièrcoles se toma lunes y martes (mièrcoles inclusive) por estudio. Y qué. Que está en el estatuto y está dentro de la honra y el bien proceder de la docente decente.
Y de paso la manda a caga (de nuevo) a la jefa de departamento que insiste en que una tiene que participar del acto virtual del día del maestro cuando una ya dijo mil veces que NO.
Incluso en este preciso instante, me doy cuenta de que no estaría nada mal pedirme también jueves y viernes porque ya terminé de leer Pedro de Urdemalas par el UBACYT del viernes pero me falta integrar con bibliografía. Y nadie se va a morir si no me ve una o dos semanas. Nadie me necesita y eso es bueno. Todes han crecido, ya no tengo que sostener las paredes de la casa sobre mis espaldas (esa era un pesadilla de mi madre, no mía, yo la heredé y la cumplí. Ya está. Fin de esa tarea.)
