domingo, 23 de abril de 2023

La madre que siempre necesité

 Pienso en que a mi mamá, la real, le hubiera gustado ver hoy mi casa, mis hijis grandes, mi jardín, mi perforación con bomba sumergible y ayudarme a planear mi quincho, mi parrilla, mi pileta. Que estaría contenta con el destino que le di a mi parte de su herencia y que se sentaría conmigo por las tardes a tomar mate.

Después pienso que mi madre, la real, no esta que deseo, tal vez sería hoy, a sus 79 años, una vieja chota y criticona que, como toda mi vida, preferiría las opciones de vida de mis hermanes y se la pasaría repitiéndome lo boluda que soy, los pájaros que tengo en la cabeza, el tiempo que desperdicio en bailar flamenco, tocar la guitarrita, leer libritos... ¡Escribirlos!!! ¿Publicarlos!!!

Pero ¿a ella no le gustaba también la literatura, la docencia, el arte, la huerta, la casa verde con pileta, la manada de críes? ¿Le gustaba? No sé. Extraño a esa madre vieja que estaría hoy con esta hija vieja igual que, cuando ambas éramos jóvenes y ella vivía extrañaba el consejo, la compañía, la alegría de verme feliz a pesar de los kilombos.

Pedir tres deseos (o solo uno)

 ¿Qué estás dseando, Paulita, en este preciso momento? ¿Qué te falta? ¿Qué necesitás? ¿Qué te haría muy feliz y lograría que te dejes de joder si legara en este preciso instante? 

Así me corro a mí misma con la vaina, o con la chancleta. Me sorprendo mucho a mí misma. Me tranquilizo cuando es algo fácil y que seguro está llegando (el mensajito de mijito, la tarde con les tres o la nieta, la noche para cerrar las puertas y meterse a la cama), me hago reir a mí misma cuando es algo ridículo, imposible o que, si viniera, no me gustaría nada (Como en la peli Al diablo con el diablo, desear es fácil, recibir el deseo cumplido, no tanto).