lunes, 22 de agosto de 2022

Que los perros estén en la calle

Parece ser mi único problema, o la única excusa que me invento para la incomodidad, para el miedo y la angustia. Todo lo demás está genial en esta casa nueva. Y hasta la calle es menos peligrosa que la anterior y los perros están contentos y cariñosos conmigo y Rafa, su dueño oficial, entiende mis pánicos de transplantada y me acepta que los llame y los entre a mi capricho. Pero sigo incómoda, sigo necesitando que les integrantes de este nuevo ecosistema se me peguen al culo para sostenerme. Las gatas lo hacen por la noche: Kiki y Tigrilla se aceptan mutuamente para dormir una en cada lado de mi cuerpa asustadita. 

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