viernes, 23 de diciembre de 2022

Yo sé las respuestas pero quiero que desaparezcan las preguntas

 ¿Por qué dejo que el pelotudo opine sobre mi vida? ¿Por qué se la cuento? ¿Por qué se la muestro? ¿Por qué quiero que me ayude, me reconozca, se ponga contento por mí, comparta algo? ¿Por qué todavía me sorprende que me diga que "ya fue de reprocharme lo que nos pasó" o "a mí nadie me invita"? ¿Por qué me someto a mí misma a la tortura de invitarlo a nuestras reuniones? ¿Por que acabo de decirle que lo considero mi familia y explicarle que le estamos hablando también a él cuando organizamos la noche buena en el grupo en el que está él? ¿Por qué le dejo darse el lujo de decirme que "nosotros organizamos" y que él no sabe "si queremos que él venga"? ¿Por qué todavía lo dejo hacerse la víctima, y me enrosco con sus planteos básicos, manipuladores y cobardes?

Igual me di el lujo de decirle unas cuantas verdades y escucharlo reconocer que "hay cositas para decir" y que él viene "si está todo bien". ¿Por qué no le dije que no venga?

Pongo de excusa que quiero aportar algo a la relación del padre con mis hijes, pero ¿todavía no aprendí que no tengo nada que hacer ahí? Digo que no quiero que Julián cargue con la responsabilidad de las uniones pero ¿por qué busco reconocimiento para mí y no juego callada? Logré hacerlo un tiempo pero ahora estoy tan contenta y desbordante que parece que espero que él también me lo festeje y no, nada, el mismo amarrete emocional de siempre. 

El otro día, delante mío, le pidió perdón a Magdalena por "haber sido tan mal padre" (sic) y no haberle "comparado nunca una campera", ¿se cree una héroe deconstruido? Hoy le dije que era una pelotudez pedir perdón por el pasado si une va a seguir haciendo lo mismo en los casos del presente. Y me dijo que él le decía a su hija lo que quería y que debía "llamarme a silencio", jajaja. Lo escribo acá y ya dimensiono la dimensión de pelotudez del caso.

Escribir, bloguear, narrar siempre me repara.

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