domingo, 25 de octubre de 2020

Me deprimo y me desdeprimo: me juzgo y me perdono

 ¿Por qué tendré esta manía de andar automidiéndome todo el tiempo? Minuto a minuto con esta autoconciencia insoportable: todo el tiempo viendo y anotando si estoy bien o mal o más o menos. 

Recién depre de domingo. Y Rafa que me llena la cabeza con cosas entre el mainsplining más odioso y sus recursos para ocuparse de mí me repitiendo: "No me importan tus cosas". Se le ocurre que deje a la gata afuera porque últimamente se le ocurrió mear en el sillón. Y él se encierra en su pieza y yo tengo que estar fijándome si dejé la ventana abierta o la puerta o qué. Viene la gata, me rasca el vidrio y yo la dejo entrar. Me devuelve la felicidad verla echarse al lado mío en el sillón. Le digo que no se le ocurra mear ahí. Tenemos paz un rato. Después se baja, no mea el sillon pero al lado mío en el psio de madera. Inés traidora. la rajo para afuera y todo mi peso de reflexión sobre la ingratitud de mis convivientes. Y alto melodrama que se me pasa cuando veo a Simón, perro pelotudo, echadito como bebé en la cunita histórica que está en el comedor. Y así todo.

Y el episodio siguiente inmediato es preguntarme a mí misma para que vengo y escribo acá esta boludez. Y, en el fondo, además de que ya me siento mejor, creo que me causa admiración ser como soy. Qué contradicción. Mirar cada microcápsula de vida como si fuera una gema, una piedra preciosa que manipulo a contraluz.

Mientras, inicio la parte de mi novela en la que Inés y las viajeras caminan en el olor a tilo de la calle. Se viene historia de la ciudad y sus habitantes originarios.

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