No creo que haya sucedido de repente, pero hoy, a dos años de mi último día de trabajo en escuelas, me siento alegre, sin preocupaciones, sin angustias. Puede ser también que Rafa consiguió laburo de bachero en Palermo y se va a las 4 y pico de la tarde y ni lo escucho volver a la madrugada. Puede ser también que fui y volví del Congreso de Hispanistas en Córdoba y nada ni nadie explotó ni desapareció de la faz de la tierra en mi ausencia. Puede ser todo lo que he hecho en estos dos últimos años lo que me da esta paz.
Pero además yo quería alegría y disfrutar mi libertad y no lo estaba logrando. Me sentía atada y pendiente de todo y al borde de la tragedia. Ahora siento que estamos segures, mis perris, mis gatis y yo, acá, comiendo y durmiendo, cagando y juntando soretes, buscando el solcito para tumbarnos, cantando y bailando flamenco. Siento que por primera vez en mi vida nadie me mira, ni me juzga, ni está esperando que yo haga nada. Es muy tranquilizador.
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