martes, 21 de febrero de 2012

Que sea real

Magdalena siempre ha leído. Libritos de niña que le compraba mamita. Cuentos de escuela primaria. Todo normal hasta la adolescencia. Cuando me pidió (¿me lo pidió ella o se lo traje yo por recomendación de mis alumnas de su edad? Quizás fui yo misma la que sembró aquel primer germen...) Absurdah (Creo que yo se lo nombré y ella ya lo conocía de nombre y a mí me pareció lindo regalárselo. Estoy segura de que yo lo compré y se lo traje y fui feliz dándoselo a leer) yo no sabía que iba a pasar los siguientes años (de sus 14-15 a sus actuales 17) pidiéndome libros "como ese" porque dice que acá, en casa, en mis nobibliotecas, "no hay nada para leer".
No quiere ficción porque "son mentiras". Acaba de terminar El abanico de seda de Lisa See y, aunque le gustó, dice que "la vieja boluda me dice al final que inventó todo, que investigó pero que si se equivocó algunas cosas es por su culpa". No hay modo de convencerla de que eso es la literatura.

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