martes, 21 de febrero de 2012

Preñada eternamente

Cuando leo, cuando leo cosas que me exitan, que me rebalsan, que me fecundan, que hacen que todo crezca y se agite nuevo dentro mío (Ahora, por ejemplo, leo Soy un bravo piloto de la nueva China), pienso que voy a sentarme en mi escritorio, en la vieja Pentium 1 que uso como máquina de escribir (en oposición a esta nueva, escolar y manipulable net que uso para bloguear, para feisbuckear) y voy a escribir-reescribir-continuar mi propia novela (ésta que NO estoy escribiendo ahora o cualquiera de las anteriores que dejé por la mitad, por la cuarta parte, por la décima) con todo aquello que madura, que nace, que se reproduce en mí.
Y no. Me repongo del encuentro amoroso, me quedo con todo adentro. Y no hay parto. No.

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